«“ La ley […] no está sujeta a negociación”. Son las palabras del presidente Enrique Peña Nieto la semana pasada en conferencia de prensa en Quebec. En ese mismo momento su secretario de Gobernación estaba reunido con líderes de la CNTE para negociar… la ley.» El problema es que en México la ley se negocia todos los días y escuchar que no solamente retiemblan láminas sin entrañas; vacías. «La negociación de la ley —afirma Carlos Elizondo Mayer-Serra (Excélsior)— empieza con la discrecionalidad de ejercer o no la acción penal». Si no homologamos el castigo por el mismo crimen, y dejamos libres a corruptos de diestra y siniestra mientras encarcelamos, estratégicamente, a uno, chance dos, la ley se desgasta. Sobre Rubén Núñez, el líder de la CNTE, quien está siendo procesado por lavado de dinero y enriquecimiento ilícito, el crítico político espeta, «la autoridad es muy competente para encontrar ese delito, cuando quiere».
Ante el mismo tema, Jorge G. Castañeda (Milenio) afirma que «la ley sí se negocia, en México y en los países con el estado de derecho más antiguo de la tierra. Se negocia todos los días, a propósito de todo: autodefensas, zapatistas, economía informal, repatriación de capitales y el fisco, testigos protegidos, extradiciones a EU, manifestaciones.» En todos los lugares sucede: indultos, evasiones de fisco, negociaciones con el crimen organizado. Quizá, en todo caso, vuelve Castañeda, las leyes que no debieran ser negociadas hoy son las de libre circulación en vías de comunicación, de daños a propiedad ajena, etcétera.
En Reforma vale la pena mencionar dos columnas. La primera, de Sergio Sarmiento, versa sobre las nuevas normas de verificación ambiental en la Megalópolis y puede quedar resumida en dos frases, su epígrafe (1) y la última oración de su primer párrafo (2): 1) «En el sistema burocrático el trabajo sin utilidad desplaza al trabajo útil», de Milton Friedman; 2) «Una vez más as burocracias se imponen sobre el objetivo de reducir la contaminación». ¿La razón de esta última? La cacería de brujas llevada a cabo por la Profepa que devino en el cierre de casi todos los verificentros en la Ciudad de México. No lo dice, pero sería interesante calcular el número de usuarios que no han podido realizar su verificación por lo mismo.
La segunda columna, de Lorenzo Meyer, aprovecha la discusión que sostuvieron los presidentes del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sobre populismo el 29 de junio en Ottawa. Ante la «cátedra» impartida por Obama, rememora un suceso similar entre el expresidente José López Portillo y Jimmy Carter, exmandatario de EEUU: una altiva presunción, fermentada por el milagro mexicano, llevó al expresidente mexicano a darle una «clase de política» a Carter durante un encuentro que sostuvieron aquí, en la Ciudad de México. Obama, no obstante, quizá «sin querer queriendo», nos dejó una firme recomendación: agucemos los conceptos en vez de achatarlos, y no busquemos ser populistas con un afán demagógico, sino encarnecidos por un motivo mayor: el genuino bienestar del pueblo.